Un paso a la vez...
Avanzar es el norte...
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De
la adolescencia a la juventud… Y las oportunidades de superación.
Desde
el nacimiento ya nuestros padres conservan la esperanza de ver realizados en
todas las fases de vida a sus hijos, para ello dan lo mejor de si para entregar
a la sociedad un ciudadano de calidad, de ahí la importancia de forjar un carácter
solido, no fuerte, solido que le permita a medida de su crecimiento quemar las
etapas sucesivas de vida, porque la vida es evolución. A partir de allí, ya no
resulta una novedad, pero sí una necesidad hablar y concebir diferentes adolescencias
y juventudes, en un amplio sentido de las heterogeneidades que se pueden
presentar y visualizar entre adolescentes y jóvenes.
Aquello
cobra vigencia y sentido, de momento que concebimos las categorías de
adolescencia y juventud como una construcción sociohistórica, cultural y
relacional en las sociedades contemporáneas, donde los intentos y esfuerzos en
la investigación social en general, y en los estudios de juventud en particular,
han estado centrado en dar cuenta de la etapa que media entre la infancia y la
adultez, las que a su vez, también se constituyen en categorías fruto de
construcciones y significaciones sociales en contextos históricos y sociedades
determinadas, en un proceso de permanente cambio y resignificaciones.
Los conceptos de
adolescencia y juventud corresponden a una construcción social, histórica,
cultural y relacional, que a través de las diferentes épocas y procesos
históricos y sociales han ido adquiriendo denotaciones y delimitaciones
diferentes: «la juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen
socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos» (Bourdieu, 2000:164La misma
noción de infancia nos remite a este considerando, y sus dinámicas de paso
desde la infancia a la denominada edad adulta o adultez. Lal abertura entre
ambos estadios es lo que se suele concebir como el campo de estudio y
conceptualización de la adolescencia y juventud, con delimitaciones en ambas no
del todo claras, que en muchos aspectos se superponen, y dependiendo de los
enfoques utilizados para esos efectos.
El
concepto de adolescencia es una construcción social. A la par de las intensas
transformaciones biológicas que caracterizan esa fase de la vida, y que son
universales, participan de ese concepto elementos culturales que varían a lo
largo del tiempo, de una sociedad a otra y, dentro de una misma sociedad, de un
grupo a otro. Es a partir de las representaciones que cada sociedad construye
al respecto de la adolescencia, por tanto, que se definen las responsabilidades
y los derechos que deben ser atribuidos a las personas en esa franja etaria y
el modo como tales derechos deben ser protegidos (Ação Educativa et al.,
2002:7).
La juventud como hoy la
conocemos es propiamente una «invención» de la posguerra, en el sentido del
surgimiento de un nuevo orden internacional que conformaba una geografía
política en la que los vencedores accedían a inéditos estándares de vida e
imponían sus estilos y valores. La sociedad reivindicó la existencia de los
niños y los jóvenes, como sujetos de derecho y, especialmente, en el caso de
los jóvenes, como sujetos de consumo (Reguillo, 2000:23).
El concepto de juventud ha
adquirido innumerable significados: sirve tanto para designar un estado de
ánimo, como para calificar lo novedoso y lo actual, incluso se le ha llegado a
considerar como un valor en sí mismo. Este concepto debe ser tratado desde la
diversidad de sus sectores, donde cabría preguntarse: ¿desde dónde empezamos a
construir una definición de juventud, sin que las diferencias de clases
sociales y los contextos socioculturales estén sobre las identidades de las
categorías de juventud?
Los jóvenes constituyen un segmento
poblacional de importancia estratégica para el desarrollo del emprendimiento,
dado que contar con capital humano emprendedor requiere forjar vocaciones y competencias
en la gente desde edades tempranas. Es necesario apoyar la fase de incubación de
vocación de capacidades en los jóvenes. Es por ello lo importante de
una buena educación que incluya el desarrollo temprano de vocaciones y
capacidades emprendedoras en los jóvenes podría colocarlos, en el futuro, en
mejores condiciones para crear su propio emprendimiento, ya sea cuando el deseo
o bien la necesidad de emprender golpeen a sus puertas. La disponibilidad de redes
calificadas es, hoy día, una fuente adicional de inequidad entre los jóvenes y
los adultos y, aún más, entre los jóvenes de diferentes estratos sociales.
Promover el emprendimiento
desde la fase misma de gestación, fomentando las vocaciones y las capacidades emprendedoras
de los jóvenes cobra sentido dado que completan la cadena de valor que alimenta
al desarrollo emprendedor a lo largo del tiempo. Hoy muchas de las políticas se
focalizan en los proyectos ya existentes pero poco hacen por los emprendedores
del mañana. En ese sentido la promoción de las vocaciones y capacidades emprendedoras
en los jóvenes desde el mismo sistema educativo puede ser una vía promisoria
para dotarlos de mejores competencias para incrementar sus chances de conquistar
su lugar en el mercado de trabajo, para trabajar como empleados con perfil
emprendedor, o bien emprendiendo cuando el deseo o la necesidad golpeen a sus
puertas, pero haciéndolo en ambos casos con las herramientas necesarias.
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